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POEMA DE AMOR JURÍDICO O DE CUANDO LA CLÁUSULA ‘PRIOR AMORE, POTIOR IURE’ NO TIENE IMPORTANCIA’

¿Por qué me dejaste amor? Si yo, reconozco jurídicamente que te amo; ¿Cómo no apelar a ti? Si fuiste mi recurso de amparo, de alzada; mi unificador de sentimientos; mi única instancia; Cómo no reconocer tus derechos posesorios sobre mí? Si en mi desarraigo fuiste mi domicilio fiscal o social (nunca supe la diferencia amor, ¿la hay?) Y aquellas noches amor, ¡¡¡oh!!!; Cómo olvidarlas!!!.; Si en ellas vivimos los hechos probados, que en definitiva, permitieron mi apertura a prueba.

Y es cierto mi amor, sé que el documento no llegó a perfeccionarse, pero debes reconocer, al menos, que en la confesión mis sentimientos fueron más claros que nunca. Casi diría que hicieron plena prueba. ¡Ay amor! Mi dulce exhorto!; Mi notificación válida! Mi posesión legítima, aunque viciosa; mi sentencia favorable y definitiva: ¿por qué me abandonaste?; ¿Por qué tuviste esa dura contestación a mi demanda? ¿Acaso no cabe, todavía, en tu corazón un recurso extraordinario?; ¿Acaso no apelarías, no conciliarías; no homologarías, no acordarías? Mi amor larga viene siendo mi espera y mi minuta. Mi amor, el tiempo corre y los sentimientos caducan.

¿Sabes? Con este poema jurídico y amoroso, amoroso y jurídico espero revertir la carga de la prueba, espero tu última respuesta; pero sin falacias amor, que mi dolor no las toleraría. Es que no puedo negar que mis sentimientos entraron en suspensión de pagos, pero por favor amor no me pidas la quiebra. Busquemos un acuerdo preconcursal o preventivo. Busquemos una salida, la que prefieras, porque si no amor… Moriré! Moriré antes de que el proceso haya concluido. Mi expediente supremo, cuánto te he amado!; Y siempre con probidad y buena fe; ¿Y tú como me contestaste?… con temeridad y malicia, corriéndole traslado a otro, a un tercero ajeno a la litis que rompió nuestro vínculo. Y así y todo mi amor, mi viejo amor jurídico, me dejaste. Me dejaste amor. Me dejaste. Cómo yo, un amante de veras, preparado con García de Enterría, Cerezo Mir y Tomás y Valiente pude enamorarme de ti, cometiendo este error de derecho inexcusable.

p.d. Y yo que creía que el gremio letrado estaba fuera de sospecha de frikismo. Pues toma argot.

Amigos y amigas, lectores y lectoras… a la puta mierda con el lenguaje políticamente gilipollesco. Por cierto, no viene al tema de la entrada de hoy, pero me apetece comentarlo porque puedo y porque me sale de los cojones. ¿No estáis hasta los huevos como yo de oír en la tele, en la radio, etc. aquello del uso del masculino y femenino en una misma frase? la cosa empezó con políticos, pero ya se sabe que cuando algo le suena ¡guay! a noséquién (ya me gustaría a mí saberlo, para cortarle los huevos o las huevas) se pone de moda y no hay quién lo pare; siendo los periodistas y periodistos sus más fieles esbirros; joder, van de modernos (otra vez) y de súper tolerantes con el sexo (supuestamente débil) femenino y lo que a mi modo de ver son unos (y unas) completos ANALfabetos y ANALfabetas y SUPERGILIPOLLAS Y SUPERGILIPOLLOS.

Es una pena, yo que creía que el analfabetismo era coto privado de la clase política, pero no paran de sumarse colectivos. El caso es que en España siempre se ha llevado mucho el paletismo regional «made in espein» y parece que la cosa dista mucho de cambiar de aires.

En fin, al final me he calentado y no he dicho nada del poema jurídico. Que le follen, ya no tengo ganas y me tengo que largar.

En realidad no me gusta la Navidad. Me da mal rollo, yuyu, me escama, vamos, que me pone de una mala leche preocupante. Creo que lo único bueno y decente de esta época del año es la paga extra, el que la tenga. Y si hay algo que me jode sobremanera de estas fechas son las cenas en grupo. La de la empresa, la de la gente del departamento, la de los conocidos que se creen amigos… Una forma absurda de gastarse el dinero para celebrar que llevas un año más viendo las caras a la misma gente y de que tienes aún más ganas de dejar de verlos que el año anterior. Y encima la gente se emborracha, y es muy gracioso, y la gente baila y deben de ser las cenas en la que menos alcohol mezclo con mi sangre porque me conozco y lo mismo mandaba a alguien a la mierda y entonces lo mismo sí que empezaba a gustarme la Navidad.

Al menos este año mi empresa ha suspendido la comida navideña a la que, de todas formas, últimamente no me molestaba en ir. Y como en mi departamento saben que soy un borde y un sociópata no se toman a mal que no vaya a la suya. Sólo me queda la de los amigos del trabajo. No tengo nada en contra de ellos a pesar de ser amigos míos pero tampoco me apetece demasiado cenar con la misma gente con la que como para comentar las mismas cosas que comentamos cada jodida mañana de cada jodido lunes de cada jodida semana del año. Con suerte hablaremos de fútbol y alguien se emborrachará o bailará y aún acabará siendo un rato medio decente. Y lo mismo mando a alguien a la mierda, que todo puede ser.

Hay días que uno se pregunta: «¿qué hago con mi vida?». Luego llegas al trabajo, recibes algo como esto y todo queda resuelto, no hay lugar para la duda y tienes que reconocer que todos tus desvelos han merecido la pena.

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